Caminaba por la calle Montorgueil hoy por la mañana bajo un clima seco en donde no nevaba ni llovía ni hacía frío, acaso una embarrada de nubes indecisas sobre un cielo delimitado por los bordes de las azoteas. En una esquina había un puesto de libros usados, es decir manidos, demasiado vistos, y si no demasiado leídos (ningún libro puede ser demasiado leído) al menos demasiado llevados y traídos, amarilleados por el tiempo, las pastas blandas y arrugadas...